miércoles, 29 de agosto de 2012

Del mar, tus ojos y las ganas de libertad

Hay músicas que te llevan lejos, en el tiempo y en el espacio. A veces basta una canción, una nota apenas. O un largo viaje. Un par de horas sentada en un tren, escuchando música y recordando. 
El mar Adriático va cambiando de color a medida que el tren sube: en Puglia es hermoso, cristalino, celeste; ya en Marche se torna verdoso, menos cristalino. En Romagna, pasa a ser turbio, pero qué bello es este mar! Celeste, verde. Verde como tus ojos, celeste como mi alma. 

El mar de la Puglia, celeste, cristalino - 2012 bsz
 Te pienso desde lejos, más cerca de tu tierra ahora, pero lejos. Siento la conexión que nos une, la veo, ¿será una imaginación mía? ¿Cómo conciliar este vínculo que me ata a vos con mis ganas de libertad? Algunos hablan de amor, sin embargo para mí es otra cosa, si bien todavía no sé bien qué es. Hace ya un año y medio que trato de descubrir qué es lo que me une a vos, pero no logro descifrar nuestro código. 
Hoy me sorprendiste una vez más, siendo el mismo de siempre casi que podía adivinar tus pasos. Tus bromas predecibles y tus preguntas de guión me hicieron sonreir. ¿Cómo querer olvidarte si seguís siendo aquel chico algo tímido pero encantador, todo risas y miradas cómplices? ¿Cómo tratar siquiera de enterrar esa parte de mi vida, en la que nos conocimos y fuimos grandes juntos? 
El tren para en Pesaro, sube un pasajero y se sienta a mi lado. Es un muchacho joven, de unos treinta y pico y con un fuerte acento romano. Hace calor y su rodilla toca mi pierna. Miro el mar, verde y tranquilo, sin moverme. Nos quedamos un largo rato así, yo escuchando a Ben Harper, y él jugando con su celular. Mi mente me lleva a otros lados ya pisados, aunque poco explorados. Imágenes muy sugestivas se me aparecen de repente: cuerpos entrelazados, músculos contraídos de placer, gemidos entrecortados en el oído. Lo miro de reojo, su rodilla sigue ahí. Hace calor, pero no me animo a moverme. El guarda entra a la cabina y pide los boletos, nuestras piernas inevitablemente se dividen, así como las figuras en mi mente hasta esfumarse completamente. 

A veces me basta una canción para pensar en vos y sonreir. Y a veces es suficiente un roce o un cruce de miradas para alejarme de tu recuerdo y seguir viajando sola. 
Algunos hablan de amor, sin embargo para mí es otra cosa.

jueves, 2 de agosto de 2012

Quería escribir

Quiero escribir. Las manos me tiemblan tímidas sobre el teclado. Quiero escribir y la voz de Mick Jagger sale del parlante de mi computadora (se puede hablar de parlantes en las notebooks? los parlantes para mí son otra cosa en mi memoria, qué más da). Hoy en día existen muchas distracciones, y yo quisiera escribir, el chat suena, una amiga me "habla", una notificación se enciende, un mail me llega, me enganché viendo fotos graciosas. Tengo el té preparado al lado mío. Quiero sentarme tranquila y escribir. Tal vez poder hacerlo cerca de una ventana que dé a un patio florido, o a una calle tranquila, o agitada, depende de lo que quiera escribir. 
Quiero escribir, pero no tengo ni patio florido, ni calle tranquila. Las ideas se me agolpan y se terminan enredando sin discriminante. Quizás no sean buenas ideas. ¿Por qué escribir, entonces? ¿Para qué? Las ideas, buenas o malas que sean, necesitan expresarse, quieren salir a la luz. ¿O soy yo que quiero exponerlas, manifestarlas, venderlas, compartirlas? Liberarlas, tal vez.